Es raro encontrar a alguien que no sea adicto a algo: al trabajo, al sexo, a los gimnasios, a las drogas. Algunas adicciones cuestan plata; otras son gratuitas. La mía pertenece a la segunda de esas categorías. Soy adicto a las bibliotecas. (Texto completo en PDF)
A juzgar por la frecuencia con que últimamente me piden que haga uso de mi capacidad de precognición, cualquiera creería que he heredado las dotes de Michel de Notredame o de Edgar Cayce. Como si fuera un vidente, y no un simple urdidor de ficciones, pretenden que exponga mis vaticinios sobre una diversidad de temas. (Texto completo en PDF)
Insuficientemente valorados o ignorados por incómodos, relegados por envidias o por tejemanejes políticos, y en el mejor de los casos reconocidos tardía o póstumamente, estos y otros autores-islas resultan insoslayables en un recuento de cuatrocientos años de historia literaria. (Texto completo en PDF)
Los números nunca se han llevado bien conmigo. Cuando cuento, buscan el modo de confundirme. Después de muchos intentos, no consigo saber con certeza cuántos granos de arena caben en una hora. ¿Veinte millones cuatrocientos cincuenta y siete? (Texto completo en PDF)
